¿Qué pasará con el
teletrabajo y la educación a distancia tanto escolar como superior, una vez que
superemos la pandemia del coronavirus?¿Qué debemos hacer con nuestro sistema de
salud, para revertir la precariedad mostrada en esta coyuntura, de modo que esté
preparado para atender a los peruanos de toda condición, con o sin pandemias?
¿Y los informales que colman las calles del centro de Lima, y las
pensiones que llega a pocos pero olvida a muchos?
Para reflexionar
sobre estas interrogantes, hemos elegido el texto ¿Un mundo mejor después de la
Covid-1? del catedrático Joseph Dager Alva, del programa de Humanidades de la
Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Se trata de una
aproximación realista pero crítica y propositiva de un estilo de vida al que
tuvimos que recurrir por la emergencia, pero que 93 días después de
confinamiento, se ha convertido en una alternativa que debe complementar
nuestra “nueva normalidad” postpandemia.
El escrito forma
parte del libro Pensar en la Pandemia. Un diálogo urgente desde
la universidad, que recopilación una serie de miradas sobre la lección que
nos debe dejar el evento sanitario que marca el inicio de una nueva etapa de la
humanidad.
Teletrabajo
En el mundo se ha
extendido de improviso el teletrabajo, o trabajo remoto, y cuando el virus se
vaya, lo tendremos instalando cómodamente. Aunque no aplicará para todos, tiene
potencialidades de crear un mundo mejor, pues permitirá compartir más con la
familia y no dejar parte de la vida en el infernal tráfico. Pero también tiene
riesgos pues se podría abusar en la fusión de puestos de trabajo y en la
reducción del número de empleos. El trabajo remoto, además, podría traer
consigo un estrés difícil de manejar para el individuo en su contexto íntimo.
Habrá que normarlo para que esos trabajadores puedan mantener una esfera
privada y no les resulte en sanción la necesaria desconexión diaria.
Educación escolar a
distancia
La educación
virtual, o a distancia, ganará terreno. Como la educación escolar no podía
parar, en tanto servicio público esencial, la modalidad no presencial ha sido
mundialmente adoptada. Resguarda a los niños, quienes incrementarán su tiempo
en familia y se harán más conscientes de los privilegios que gozan, de ser el
caso, lo que tiene el potencial de construir una mejor humanidad. Todos los
países tendrán todavía mucho que aprender, tal vez buena parte de lo
planificado no surta efecto y deberá ser replanteado.
Felizmente, la
escolaridad es una relación a largo plazo, y lo que en contenidos no se cubra
este año, se puede recuperar en el siguiente. Cuando se retome lo presencial,
esa irremplazable relación entre maestro y alumno se verá enriquecida con lo
bueno de la tecnología, que ya no se retirará. Creo que podemos sentir cierta
tranquilidad respecto de que, con el pasar de los años, la cosa irá para mejor.
Si nos afecta un nuevo virus, los sistemas escolares en el mundo estarán más
preparados, y eso es lo que realmente cuenta.
Educación superior
a distancia:
La modalidad
adquirirá en el globo una mayor presencia y habrá quienes pidan su centralidad.
Dificulto que, en adelante, los programas universitarios dejen de incorporar un
fuerte componente de educación no presencial, lo que traerá el formidable
beneficio de que sea cuestión más cotidiana, el ampliar el horizonte de
posibles alumnos y posibles profesores. De hecho, aumentará significativamente
la cantidad de programas y universidades enteramente a distancia.
No será raro,
empero, que en los burócratas de las universidades se incremente el culto a la
tecnología, y que ello venga aparejado de redoblados ataques a las asignaturas
que, supuestamente, no guardan relación directa con la techné de
la profesión. Se reforzará el credo que ve la educación universitaria sólo como
profesionalizante; tendencia mundial que tiene ya algunos años.
Sistema de
Salud
El mundo
pospandemia no puede permitirse tener un sistema sanitario como el que encontró
este coronavirus. El Estado tiene que hacerse más cargo. Un mundo mejor sería
posible si se logra entender que es hora de construir un Estado que reivindique
su rol social, tan dejado de lado en el siglo XXI, e incremente su intervención
en salud. Es cierto que potenciar al Estado en términos sanitarios tiene
riesgos, pues dicho aparato podría aumentar sin límite su control (…).
Si bien será
difícil un regreso pleno al Estado de Bienestar, veo condiciones como para
construir un Estado social, fuerte y sólido en términos de la salud de las
mayorías, y que sea capaz de evitar los abusos de los que hemos sido testigos
en todo el mundo, en la comercialización de medicamentos, en los inaccesibles
precios que fijaron las clínicas privadas y en las exclusiones de los seguros.
Es especialmente en los eventos “catastróficos” cuando al ciudadano debe servirle
su seguro privado, sino ¿para qué lo tiene? ¿para qué lo pagó durante años, mes
a mes?
En medio de la
emergencia, nuestro Estado está invirtiendo una impresionante cantidad de
recursos para fortalecer un casi esquelético sistema sanitario y para financiar
la cuarentena. Y, claro, uno se pregunta por qué nos agarró tan mal si esos
caudales estaban disponibles. La respuesta es que durante el crecimiento no nos
centramos en el ciudadano ni en sus necesidades, sino en la hoja de cálculo y
en creer que el desarrollo del país dependía principalmente de la salud de las
grandes inversiones, y no de la salud de las mayorías.
La lección
aprendida ha de ser que el Estado peruano debe delinear una relación diferente
con la sociedad, y también con la iniciativa privada, quizás especialmente en
temas de salud. No se trata de poner trabas innecesarias, sino de proteger a
los ciudadanos, especialmente de la infame especulación y el mezquino
acaparamiento que tanto hemos visto en nuestro terruño. Si un Estado no existe
para eso ¿para qué existe?
Pensiones:
Las AFP no deberían
sobrevivir en el mundo pospandemia. La relación que el Estado peruano ha
mantenido con ellas es la expresión más escandalosa de qué lado han estado las
políticas económicas. Nuevas prioridades deberán conducir a la construcción de
un sistema pensionario más justo. Con cuentas individuales, sí; pero con un
ingrediente solidario para que haya montos base (o mínimos) de pensión.
En dicho sistema,
el fondo personal no puede ser sólo la suma de los aportes del afiliado más los
malabares bursátiles, sino que debe considerar los impuestos que el ciudadano
pagó a lo largo de su vida, lo cual terminaría incentivando la formalidad. El
sistema debería ser capaz de asegurar jubilaciones dignas, con ingresos no tan
lejanos de lo que fue el sueldo del trabajador. Y las administradoras nuevas
deberían estar centradas en su misión-visión, es decir, el bienestar del adulto
mayor, y no en una gestión dedicada a repartir jugosas utilidades. En estas
décadas de existencia, los fondos de los afiliados crecieron y en mucho
decrecieron, pero las AFPs como empresas no dejaron de cosechar ganancias.
Sector informal
El llamado sector
informal ha sido sin duda el más golpeado en esta pandemia, lo que se cumple
especialmente en el Perú. Al creernos la prédica de un país de emprendedores,
hemos dejado a su suerte a la mayoría de la población, pero resulta que no son
emprendedores sino trabajadores precarios; antes que “propietarios”, están más
cercanos a ser proletarios.
Hemos querido
tranquilizar la conciencia viéndolos como un supuesto ejemplo de capitalismo
popular, pero, nuevamente, la pandemia nos mostró de golpe lo que realmente
sucede. Nuestros problemas estructurales han conspirado a la eficacia de las
rápidas medidas que tomó el gobierno. Esos compatriotas no pudieron cumplir el
aislamiento social obligatorio, y no fue por irresponsabilidad, falta de
educación, o para desafiar a la autoridad. La explicación es más sencilla, y
más terrible también: se trataba de ganar el pan de cada día.
Este tipo de
emprendedurismo no es defendible; en su gran mayoría no genera riqueza ni
acumulación, por el contrario, produce más desigualdad. Habrá que ser creativos
para encontrar la forma de promover la ampliación de la economía formal y de
universalizar el acceso a servicios públicos, con lo que llegaremos a ser una
mejor sociedad. No nos podemos permitir que a una porción tan grande de nuestra
población les sea imposible guardar cuarentena, si viene, en unos años, una nueva
pandemia. Y va a venir.
Fuente: elperuano.pe
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